Servicios gerenciales compartidos como estrategia de aceleración de empresas creativas

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La capacidad organizacional constituye una de las principales barreras que tienen las pequeñas empresas creativas y culturales para acceder a la inversión. En Puerto Rico, una iniciativa de subsidios con fines específicos intenta resolver el problema.

Durante la última década hemos sido testigos de un incremento exponencial de lo que sabemos acerca del potencial de las industrias culturales y creativas de todo el mundo. A menudo marginadas en el pasado por gobiernos, por la educación e, incluso, por la sociedad civil, gracias a la revolución digital el sector cultural se ha ganado un reconocimiento por la función esencial que desempeña en nuestra vida diaria. Es probable que no haya ninguna otra industria o actividad económica que impacte en tantas dimensiones como la cultura. Tanto las organizaciones comerciales como las no gubernamentales tienen un papel clave en preservar el patrimonio tangible e intangible, en el desarrollo de las comunidades y sus identidades, en las economías locales, en la apreciación estética, en las actividades de esparcimiento, y en la innovación de otras industrias, por solo nombrar algunas.

El lugar que ocupan hoy las industrias creativas es el resultado de muchos años de investigación, capacitación, mentoría y financiamiento. El caso de Puerto Rico es singularmente interesante por sus particulares circunstancias políticas, económicas y culturales. Como parte del territorio de los Estados Unidos, Puerto Rico comparte un marco legal y comercial orientado hacia el libre mercado, y la industria del entretenimiento representa un sector importante. Al mismo tiempo, nuestro patrimonio cultural latinoamericano acerca a Puerto Rico a las experiencias de otros países de la región.

En 2008 se creó Inversión Cultural, una organización sin fines de lucro cuyo objetivo inicial era obtener capital financiero para el desarrollo de la economía cultural y creativa de Puerto Rico. Pero la ausencia de datos acerca de esta industria en particular, y el predominio de compañías con una fuerte dependencia de la filantropía y los subsidios hizo muy difícil atraer capital de inversión al fondo. Por estos motivos, la organización se volcó a desarrollar y promover un clima de inversión para la cultura y la creatividad.

Aplicando ideas de Chile, Colombia, México y otros países, a lo largo de la década siguiente experimentamos con el desarrollo de cuentas satélites para la producción artística y cultural, perfiles industriales de oferta y demanda, programas de incubación y aceleración, políticas públicas y colaboración internacional para seguir fortaleciendo el ecosistema. Este último concepto, el de ecosistema, es de vital importancia: si bien el capital se invierte en empresas individuales, tener un ecosistema sólido, diverso y complementario en el sector en que operan los emprendedores suele ser un criterio importante.

Sin embargo, los avances realizados en estos aspectos macro nos han llevado a un nuevo desafío respecto del desarrollo de empresas culturales y creativas: la capacidad organizacional. Muchas de estas compañías son nanoempresas, en las cuales el emprendedor es la figura de sujeto-experto, ya sea artista, diseñador, agente cultural o creativo. Solo en pocas ocasiones puede crear un equipo gerencial que complemente el perfil de la compañía y proporcione conocimientos en áreas tales como las finanzas, la producción, el marketing, la tecnología, el derecho y las operaciones. Ello puede resultar un obstáculo considerable, ya que sin equipo es muy difícil que la compañía atraiga inversores. Al mismo tiempo, contratar empleados durante una fase muy inicial afecta el flujo de caja y la habilidad de autofinanciar el crecimiento.

Sabiendo que los emprendedores creativos tienen esta necesidad, lo cual ya se ha destacado en múltiples informes de investigación acerca de la dificultad de apalancamiento y eficiencia en las industrias culturales y creativas, Inversión Cultural decidió rescatar el concepto de «servicios gerenciales compartidos». Con esto se busca complementar el ecosistema en el cual opera el emprendimiento, ofreciendo subsidios para los servicios gerenciales que, en lugar de ser utilizados a discreción del emprendedor, se destinan al gasto de servicios como los descritos arriba.

El compromiso con el modelo de servicios gerenciales compartidos apunta a fortalecer el ecosistema de varias maneras. Por un lado, empieza a crear una cultura de responsabilidad al tener que identificar, poner un precio y presupuestar estos servicios que son tan importantes para crear una inversión viable. Por el otro, permite la creación de economías de escala y una curva de aprendizaje respecto de un conjunto de recursos que empiezan a especializarse en la economía creativa. Como resultado, servicios que son muy costosos para que los emprendedores contraten de modo individual se vuelven más accesibles. Por último, a nivel macro, el modelo se vuelve una fuente de investigación y de datos acerca de las mejores prácticas, necesidades y oportunidades del ecosistema, que puede servirles a inversores, entidades de apoyo y agentes de políticas públicas.

Muchas de estas compañías son nanoempresas, en las cuales el emprendedor es la figura de sujetoexperto, ya sea artista, diseñador, agente cultural o creativo.

La relación empieza con una evaluación de la organización y del negocio, a partir de la cual se codiseña un plan de trabajo y un presupuesto para el subsidio. El plan de trabajo fomenta la gestión prudente de los recursos internos y externos. Un coordinador asignado a cada compañía o entidad se ocupa de encauzarlo. Se alienta a las compañías a adquirir un conocimiento detallado del costo y el propósito de cada recurso que se obtiene con el subsidio, con el objetivo de crear dicha cultura de responsabilidad y planificación para el futuro. Además del modelo de subsidios, Inversión Cultural provee estos servicios a otras empresas dentro del ecosistema, a precios del mercado. Como alternativa, las entidades pueden utilizar un esquema de contrataciones fraccionarias, en las que un recurso les sirve a varias organizaciones, de modo que el costo es compartido. En su primera etapa, esta iniciativa cuenta con el apoyo de la Fundación Andrew W. Mellon, para brindar apoyo organizativo a Inversión Cultural, y de Filantropía Puerto Rico y el Fondo de Arte Flamboyán para proveer subsidios a 36 artistas, empresas y organizaciones.

La inversión de impacto es el próximo hito en el camino del ecosistema creativo y cultural hacia la sostenibilidad. Constituye el vehículo para lograr estrategias de crecimiento sostenible que le den la posibilidad a las empresas de incrementar su impacto económico, social y cultural. La economía creativa es uno de los sectores que dará impulso a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para el 2030, gracias a su capacidad de resiliencia, innovación, espíritu emprendedor y solidaridad. Las artes, el patrimonio, los medios, el diseño y la economía digital necesitan su propio camino de crecimiento. A fin de cuentas, la rigidez del ecosistema de inversión tradicional suele no responder a la realidad de estos emprendimientos. Aquí es donde radica la importancia de la inversión de impacto. No obstante, como estrategia de entrada, es importante adoptar estas estructuras de servicios gerenciales compartidos como aliadas en el proceso. Ello asegurará que el ecosistema creativo de América Latina y el Caribe esté preparado para la innovación y el crecimiento.

Impactos culturales de la economía creativa: Fondo Internacional para la Diversidad Cultural de la UNESCO