‘Nuestro Norte es el Sur. No debe haber Norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro Norte”.’
Joaquín Torres García, Universalismo constructivo, 1941.
Mi pasión por el coleccionismo de arte me llevó a buscar durante 40 años las obras de arte que dieron forma a la modernidad latinoamericana, y posteriormente a profundizar en la producción de sus artistas más representativos. Figuras destacadas como Xul Solar, Emilio Pettoruti, Joaquín Torres- García, Diego Rivera, Frida Kahlo, Tarsila do Amaral, Rafael Barradas, Wifredo Lam, Roberto Matta, María Martins y Remedios Varo, entre otros pioneros, marcaron mi camino.
Desde el principio decidí que mi colección debía representar a América Latina. Aunque en ese momento –finales de la década del ochenta– el arte latinoamericano carecía de visibilidad, sentí el deber de enfocar mi energía en esa dirección y aprender a controlar mi impulso, dada la oportunidad de poseer una obra maestra de otros continentes. Me motivó el desafío de construir una colección única a través del patrimonio artístico y cultural de nuestra región desde mi lugar en el mundo: Buenos Aires.
Con paciencia y perseverancia comencé a reunir piezas de arte de subastas, galerías y otros coleccionistas de diferentes países. De esta manera, logré construir una colección de obras de arte que comenzó a ganar reconocimiento internacional. A partir de 1995, la colección se abrió a la visita de expertos locales e internacionales, y estuvo disponible para su préstamo a instituciones de prestigio para exposiciones de arte latinoamericano.
La idea de crear un museo surgió de forma natural cuando pensaba en qué hacer con el patrimonio que había acumulado, y me di cuenta de que esta dimensión del coleccionismo de arte me convertía en depositario y custodio de la historia del arte. Sentí la obligación de mantener la colección unida y hacerla pública. Mis opciones incluían donarlo a un museo público, pero Argentina carece de los recursos para cuidar adecuadamente todo su patrimonio. Entonces tomé la decisión de establecer un museo basado en la identidad latinoamericana.
Y así, el 21 de septiembre de 2001, en medio de una de las peores crisis sociales, políticas y económicas de la Argentina, y diez días después del 11-S–el atentado que cambió el orden mundial–nació MALBA, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, como una organización sin fines de lucro, con la misión de «crear un espacio de encuentro diverso, inclusivo y participativo que fomente la relación afectiva del público con el arte latinoamericano». El principal objetivo del museo es preservar y difundir el patrimonio artístico de nuestra región y fomentar el conocimiento y el pensamiento crítico de sus visitantes.
A partir de estas premisas, construimos nuestro modelo de gestión sobre tres pilares: 1) la calidad de la colección; 2) un nuevo edificio en una ubicación estratégica de Buenos Aires, como resultado de una convocatoria internacional de arquitectos; y 3) un programa que combina la colección permanente y las grandes exposiciones temporales, junto con el desarrollo de actividades de cine independiente, programación de literatura, edición de libros y una importante labor educativa para una amplia variedad de públicos.
Malba se posicionó rápidamente, y el apoyo de la comunidad fue inmediato. Tuvo una permanente expansión y después de los primeros años fue convirtiéndose en lo que es hoy: un museo internacional, reconocido tanto como un punto de referencia del arte latinoamericano y como un faro de la vida artística y cultural de Buenos Aires, con un promedio anual de audiencia de 500.000 (35% de los cuales son turistas extranjeros).
Al mirar hacia atrás, puedo ver la curva de aprendizaje con mucha claridad. Las operaciones diarias del museo y los planes futuros requieren financiación; lo mismo ocurre con la formación de equipos profesionales para abordar todas las dimensiones de la gestión y la construcción de redes sólidas con artistas, curadores, galerías, coleccionistas, otras instituciones públicas y privadas, empresas y organismos gubernamentales.
No obstante, el desafío de todos los museos, y particularmente en los países en desarrollo como la Argentina, es ser sustentable a largo plazo. Durante los últimos 20 años, Malba ha tenido un déficit promedio de alrededor de USD 2,5-3 millones de dólares anuales, financiado por la Fundación Costantini, que representa la mitad de su presupuesto operativo. El resto de los ingresos se obtiene a través de contribuciones de patrocinadores, venta de entradas y donaciones.
Malba también genera fuentes directas de empleo (100 empleados en plantilla) y más de 1000 colaboradores al año, entre artistas, curadores, escritores, productores visuales, técnicos y operadores. El museo juega un papel crucial en el fortalecimiento del sistema de arte a través de la producción de exposiciones (aproximadamente 10 proyectos al año), la adquisición de nuevas obras para la colección permanente, y la promoción del turismo: Malba encabeza la lista de museos locales elegidos por visitantes de otros países en diferentes medios y encuestas internacionales (TripAdvisor, New York Times). El museo también ha contribuido significativamente a la transformación del vecindario, anteriormente residencial y ahora mucho más vibrante.
La inversión de capital inicial del museo asciende a USD 3 millones en el terreno (hoy valuado en USD 30 millones), USD 25 millones en la construcción del edificio y una colección de arte fundacional con una valuación estimada en 2001 en USD 50 millones (que hoy, gracias al valor agregado por Malba, supera los USD 200 millones). Junto con el déficit operativo anual durante estos 20 años (USD 40 millones), el monto total de la inversión social es de USD 300 millones. En cuanto al futuro, pretendo constituir un fondo patrimonial que garantice la financiación durante los próximos 30 años.
Más allá de la inversión económica, es vital construir una institución sólida, con una administración y una planificación de gestión eficaces. Desde los primeros años de Malba, hemos promovido la participación de la comunidad en diferentes niveles de gestión. Además del consejo de administración y la asociación de amigos, creamos un comité de adquisiciones que nos permite, a través de donaciones, incrementar constantemente la recaudación. Preveo que en 30 años el museo debería terminar su transición de una institución privada, administrada en gran medida por una sola familia, a una institución enteramente pública.
Lo que comenzó como una pasión por coleccionar arte ha terminado convirtiéndose en un compromiso público con gran responsabilidad. Estoy seguro del poder del arte como agente de transformación social. Los tiempos actuales, marcados por una pandemia impredecible, fortalecen aún más mi compromiso. Creo firmemente que los museos no deberían cerrar, sino superar las crisis y desempeñar un papel central en la reconstrucción cívica de nuestras comunidades.